Pío XII

Que nadie, por lo tanto, se juzgue hijo de María, digno de ser acogido bajo su poderosísima tutela si no se mostrare, siguiendo el ejemplo de ella, dulce, casto y justo, contribuyendo con amor a la verdadera fraternidad, no dañando ni perjudicando, sino ayudando y consolando.
(Carta encíclica Ad caeli Reginam, 11 de octubre de 1954)
El calor de vuestro amor, caliente a las personas y las cosas que os rodean. Haced notar vuestra presencia en todo lugar con el fervor de vuestra caridad.
(Radiomensaje a la Acción Católica Italiana, 8 de diciembre de 1953)
Pero es menester que a este amor a Dios y a Cristo corresponda la caridad para con el prójimo. Porque ¿cómo podremos asegurar que amamos a nuestro Divino Redentor, si odiamos a los que él redimió con su preciosa sangre para hacerlos miembros de su Cuerpo místico? […] se debe afirmar que estaremos tanto más unidos con Dios y con Cristo, cuanto más seamos miembros uno de otro (Rm 12, 5) y más solícitos recíprocamente (1Cor 12, 25); como, por otra parte, tanto más unidos y estrechados estaremos por la caridad cuanto más encendido sea el amor que nos junte a Dios y a nuestra divina Cabeza.
(Carta encíclica Mystici Corporis Christi, 29 de junio de 1943)